De antemano me disculpo por escribir sobre una situación puntual del Ecuador, que probablemente no sea de mayor interés para quienes me leen en otros países, sin embargo, considero que lo que actualmente estamos viviendo puede ser de utilidad para otros países hermanos que podrían verse sumidos en una situación similar en un futuro, o que ya están sumidos en ella.
Después de una larga jornada electoral en Ecuador, lo que ya se preveía, no hizo más que hacerse realidad: una serie de inconsistencias fraudulentas a lo largo de la noche y madrugada del 19 y 20 de febrero de 2017. El señor Lenin Moreno, candidato de Alianza País (el partido oficialista del Gobierno) habría estado en primer lugar, seguido con una diferencia menor al 10%, del señor Guillermo Lasso, figura visible de la oposición en este país. El CNE (Consejo Nacional Electoral), después de haber contabilizado más del 75% de los votos, y existiendo una probabilidad estadística bastante clara de una segunda vuelta electoral, decidió arbitrariamente paralizar el conteo, prometiendo dar resultados al día siguiente. Luego, al siguiente día, no sólo que no los dio, sino que pidió descaradamente a la ciudadanía, que esperen en paz de tres a ocho días, luego de lo cual, seguro habrían resultados. ¿Qué es esto sino una falta de respeto al pueblo ecuatoriano? Sin mencionar la cantidad de material audiovisual circulado en las redes sociales, sobre papeletas halladas en las calles durante la madrugada, que de manera clandestina se introducían al CNE, y de otras que llegaban en autos particulares…
Probablemente sea este el artículo con mayor tinte político que leerán en este blog, pues normalmente me dedico a escribir sobre las verdades de la fe cristiana, pero esta vez he visto la necesidad de escribir sobre un fraude electoral ante el cual la Iglesia del Ecuador no ha dudado en pronunciarse, pidiendo claramente a las autoridades electorales y a la ciudadanía que colaboren “(…) para que la verdad se vea democráticamente reflejada en la tempestiva publicación de los anhelados resultados de estas importantes elecciones, donde se ha expresado la voluntad política de los ecuatorianos[1], además de exigir justicia y trasparencia.
Con respecto al llamado “socialismo del siglo XXI”
“(…) los socialistas, atizando el odio de los indigentes contra los ricos, tratan de acabar con la propiedad privada de los bienes, estimando mejor que, en su lugar, todos los bienes sean comunes y administrados por las personas que rigen el municipio o gobiernan la nación. Creen que con este traslado de los bienes de los particulares a la comunidad, distribuyendo por igual las riquezas y el bienestar entre todos los ciudadanos, se podría curar el mal presente. Pero esta medida es tan inadecuada para resolver la contienda, que incluso llega a perjudicar a las propias clases obreras; y es, además, sumamente injusta, pues ejerce violencia contra los legítimos poseedores, altera la misión de la república y agita fundamentalmente a las naciones.”[2]
Tanto al socialismo de entonces, como al de este siglo y de los venideros, las palabras del Papa León XIII se aplican de una manera clarísima, pues la fijación contra la propiedad privada y el fomento de la lucha de clases, es un factor repetitivo en los gobiernos socialistas de América Latina, desde Nicolás Maduro, pasando por Evo Morales hasta Rafael Correa. En todos existe esta aspiración de igualitarismo radical en la sociedad, que evidentemente no se aplica a sus propias personas, bienes e intereses. Estas ideologías son a las que se refería San Juan Pablo II, cuando hablaba de las “estructuras de pecado”[3], que deben ser vencidas principalmente con la gracia de Dios y la conversión. Sin embargo, esto no nos exime a los cristianos de una participación ciudadana activa al momento de exigir a las instituciones respectivas la justicia y la transparencia.
Más del 60% de los ecuatorianos han votado de manera contraria a este modelo de socialismo decadente, sin embargo – como sucedió en Venezuela – se pretende un continuismo forzado por medio de la demora de los resultados finales, acompañado de mensajes provocadores de “victoria absoluta” por parte de grupos oficialistas, que no tiene ningún sustento numérico ni real, pues tanto en estadísticas como en las calles, el rechazo por la actual forma de gobierno es evidente.
Sobre el socialismo y la Teología de la Liberación
Desilusiona un poco el que muchos cristianos aún crean en este modelo, sin embargo, es más impresionante la cantidad de miembros del clero que se sienten atraídos por esta ideología, y cuyo factor común es que todos quienes simpatizan con ella, son además partidarias de la teología de la liberación. Justamente, porque parte de la praxis es el uso de la religión para llegar al socialismo. En este sentido Benedicto XVI (en ese entonces Card. Ratzinger) fue bastante claro en denunciar la reducción de la teología a una mera praxis marxista, en donde la palabra redención era sustituida por liberación, que es vista en el contexto de la historia y de la lucha de clases[4].
No son pues, coincidencias casuales, sino datos causales que indican la manera en que ideologías mundanas – en todo el sentido de la palabra – se han ido filtrando en la Iglesia, generando confusión que, sea por ignorancia o por descuido, llevan a situaciones de miseria al país, tanto en lo temporal como en lo espiritual. Esta situación ha propiciado el avance de la demagogia, en donde la gente opta por facilismos y prefiere mil veces hacer largas filas para obtener un bono, que para una entrevista de trabajo, desconociendo además la máxima de San Pablo, que claramente decía que el que no quiere trabajar, pues que no coma[5]. Esto, por supuesto, salvando los casos particulares de aquellas personas que no tienen oportunidad de trabajo dada la situación crítica del país, consecuencia del modelo antes mencionado. Como verán pues, es un círculo vicioso, en donde las oportunidades de trabajo se reducen y la dependencia de las dádivas del Gobierno aumenta.
Conclusión
Es fundamental hacer un llamado a la formación de la consciencia con respecto a la Doctrina Social de la Iglesia y la revelación cristiana en las Escrituras, para evitar más confusión que propicia estas situaciones de miseria y demagogia. No es digno de un cristiano vivir a base de pan y circo, con voluntad para informarse a profundidad de un equipo de fútbol, pero incapaz de estudiar con seriedad los pilares fundamentales de su fe. No es digno, no es cristiano y es además un gravísimo pecado de omisión, el que dejemos de hacer un bien posible, excusándonos por nuestra pereza intelectual o por nuestra indiferencia en materia de política, como si los cristianos fuésemos ajenos a ella.
Es importante que se propicie el debate y el encuentro entre posturas contrarias, pero con argumentos racionales y no con populismos demagógicos. Solo así seremos capaces de discutir con altura las ideas sin descartar a las personas, recordando siempre aquello que nos dijo el Papa Francisco en su visita al Ecuador: “Si pudiéramos lograr ver al oponente político o al vecino de casa con los mismos ojos que a los hijos, esposas, esposos, padres o madres, qué bueno sería”[6]
Dios los bendiga.
Steven Neira @stevenneira
[1] Cf. http://www.conferenciaepiscopal.ec/index.php/comunicados-y-boletines/583-boletin-de-prensa-obispos-del-ecuador-piden-unirse-en-oracion-por-la-patria
[2] Leon XIII, Carta Encíclica Rerum Novarum, 2.
[3] San Juan Pablo II, Carta Encíclica Sollicitudo Rei Socialis, 36.
[4] Cf. Joseph Ratzinger, Libertatis Nuntius: Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la Liberación, 3.
[5] 2 Tesalonicenses 3, 10.
[6] Francisco, Discurso en la iglesia de San Francisco, Quito (Ecuador), martes 7 de julio de 2015.
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